Ecuador, 11 de julio de 2025-La Confederación Latinoamericana de Cooperativas de Ahorro y Crédito (COLAC) y la Confederación de Cooperativas del Caribe, Centro y Suramérica (CCC-CA) encendieron la alarma este 10 de julio de 2025 con un pronunciamiento conjunto que suena fuerte y claro: ¡la solidaridad no se convierte en acción bursátil!
Ambas confederaciones expresaron su profunda preocupación por la Disposición Transitoria “Décima Primera” del Proyecto de Ley Orgánica de Integridad Pública en Ecuador, que propone transformar ciertas cooperativas de ahorro y crédito en sociedades anónimas. ¿El motivo? Según el proyecto, sería una forma de “modernizar” el sistema financiero tras un análisis de interconexión y riesgo sistémico. Pero, ojo: detrás de este tecnicismo se esconde un posible atentado contra la esencia cooperativa.
Las cooperativas no son simples negocios. Son organizaciones que ponen a las personas por encima del capital, cimentadas en principios de solidaridad, equidad y bien común. En Ecuador, su papel ha sido clave para el desarrollo económico y social: contribuyen con más del 30% del PIB nacional, tienen presencia en el 95.5% de los cantones y alcanzan al 99% de la población a través de más de 6,600 puntos de atención.
¿Te impresiona? A finales de 2024, Ecuador contaba con 980 cooperativas activas, gestionando 10.5 millones de certificados de aportación, activos por más de 28 mil millones de dólares (¡un crecimiento del 5.81% en solo un año!), depósitos por 22,738 millones y una cartera de crédito bruta de 19,575 millones de dólares. Esto no es solo una lista de cifras: es la prueba viva de que un modelo económico basado en valores funciona y hace comunidad.
Las confederaciones advierten que forzar la transformación de cooperativas en sociedades anónimas supondría mucho más que un simple cambio administrativo: significaría desmantelar su identidad democrática, solidaria y centrada en las personas. Y, de paso, ignorar su rol como motores del desarrollo territorial, cultural y económico, además de garantes de derechos fundamentales.
Sí, fortalecer la supervisión y gestionar riesgos es importante —nadie quiere un Titanic financiero—, pero debe hacerse respetando la diversidad de modelos empresariales. Las confederaciones insisten en marcos normativos diferenciados, proporcionales y alineados con estándares internacionales y las recomendaciones de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI).
El pronunciamiento deja claro que no están cerrados al diálogo. De hecho, están más que dispuestos a co-crear leyes que promuevan la transparencia y fortalezcan la integridad, siempre y cuando no se sacrifique el alma cooperativa en el altar de la rentabilidad a corto plazo.
La ONU, al declarar el Año Internacional de las Cooperativas, ya reconoció la capacidad transformadora de estas organizaciones para erradicar la pobreza y promover el desarrollo sostenible. Voces globales como la UNESCO, la OIT, Joseph Stiglitz y hasta el Papa Francisco coinciden: el cooperativismo es una pieza clave para una economía más humana, inclusiva y sostenible.
Finalmente, las confederaciones aplauden el caso ecuatoriano como una joya regional: un movimiento cooperativo robusto, comprometido y profundamente integrado al tejido social y financiero. Gracias a este modelo, miles de comunidades en Ecuador pueden soñar con un futuro donde el progreso no deje a nadie atrás.
El documento fue firmado por Cástulo Vidal Sánchez (Presidente de COLAC), Leylis Lezcano (Gerente General interina de COLAC), Eufracia Gómez Morillo (Presidenta de CCC-CA) y Luis Guillermo Coto Moya (Director Ejecutivo de CCC-CA).
La pregunta que queda en el aire (y que deberíamos repetir en voz alta): ¿vale la pena sacrificar el espíritu cooperativo por una “modernización” mal entendida?